miércoles, 6 de diciembre de 2017

WONDER WOMAN: RASTROS, LA MÁQUINA DEL TIEMPO, CONAN REY: LOBOS DE ALLENDE LA FRONTERA y TODOS LOS PISCOLABIS

Tras el primer tomo, que en su momento reseñé por aqui, ya me he leído su continuación en el presente volumen que lleva por título Rastros, en el que se incluyen los números 15 al 24 más el Annual 1, que se publicaron en origen entre diciembre de 1987 y septiembre de 1988.

En este tomo se puede decir que se van afianzando todos los detalles planteados en origen: con el Olimpo destruido se inicia la migración de los dioses al mismo tiempo que por otra parte se valora abrir las puertas de Themyscira para visitantes externos aunque en mi preferencia por argumentos más mundanos lo que más me gustó fue conocer el pasado de Julia Kapatelis y las andanzas de su hija Nessie en el instituto cuando se enteran de su relación con Diana, la cual empieza a demostrar ciertos sentimientos hacia Superman (en los cuales de momento no se profundiza)

Se culmina con este volumen la labor de George Pérez como autor completo del personaje (es decir, guionista y dibujante) aunque quedan abiertas algunas líneas argumentales que supongo que se resolverán en futuras entregas. Pero de momento tanto con este volumen como con el previo me queda claro porque está tan bien valorada esta etapa, ya que sin duda el citado autor consigue mostrarnos a un personaje muy bien perfilado y desarrollado, logrando que incluso sea destacable cuando su presencia es más secundaria, como por ejemplo en el número dedicado a la muerte de la publicista Myndi Mayer, que destaca por su acertada concisión.
Entre los clásicos de la literatura, uno de los primeros con los que disfruté sobremanera en mi época escolar fue con La máquina del tiempo de H.G.Wells. Aunque hace tiempo que lo leí por última vez, no se me olvida su argumento básico, que a lo largo de varias décadas ha servido para que el concepto del viaje en el tiempo haya sido usado, con desigual suerte, por parte de multitud de historias posteriores a esta. Y no puedo olvidarme de esa también clásica adaptación que tuvo esta obra en 1960, en una soberbia película que se convirtió en todo un título de referencia en mi juventud cinéfila, y que por estas tierras tuvo el título de El tiempo en sus manos.

Es por el gran cariño que le guardo a esta magnífica historia (¡incluso me recuerdo cuando era pequeño de jugar con mis muñecos a que iban al año 802701 para encontrarse con los Eloi y los Morlocks!) que enseguida llamó mi atención entre las novedades de las bibliotecas la de una adaptación en comic de semejante clásico a manos de otro gran artista como es Carlos Giménez. Una vez leido queda confirmado no solo lo que el propio autor afirma en su prólogo (que se trata de uno de sus libros favoritos) sino la plena vigencia de este clásico, pese a que para esta traslación a las viñetas se toma varias licencias respecto a la obra original, la cual tampoco adapta en su integridad. De todas maneras ello no es obstáculo para hacer de esta una muy destacable adaptación de toda una obra maestra que puede servir para darla a conocer a las nuevas generaciones, viéndose aqui realzada por el soberbio apartado gráfico del citado Giménez.
Admito que la fantasía heroica no me va mucho, pero con el coleccionable que se editó hace un par de años descubrí las aventuras de Conan el Bárbaro y disfruté tanto que dí buena cuenta de todo lo que tenían del personaje por las bibliotecas. Aunque el más reciente lo había leído hace ya más de un año, hace poco revisando por las estanterias encontré uno que no recordaba haber leído, pero la cosa no fue más allá hasta que hace poco (y ahora si que como novedad) le tocó el turno a Conan Rey: Lobos de allende la frontera.

Hay que recordar que aunque este personaje llegó a la fama por los comics, su nacimiento fue literario siendo su creador Robert E.Howard. En esta aventura crepuscular del cimmerio que su creador dejó incompleta, la misma se vió culminada de manera apócrifa por Lyon Sprague de Camp y en su momento ya fue adaptada al formato comic por Roy Thomas y Ernie Chan hacia finales de 1980. En esta nueva versión de Timothy Truman, que se extiende en los 4 números de la serie limitada que componen este comic, nos encontramos con un Conan ya mayor pero no por ello menos fiero, que hace honor a todo su legado (como se puede ver ya justo al inicio donde el hecho de ser el rey de Aquilonia no le impide rememorar con añoranza tiempos pasados) viendose inmerso en varias aventuras donde una corona maldita le llevará a volver a cruzarse con algunos de sus enemigos más clásicos.

Con todos los elementos para convencer a los fans del personaje la única pega que le pondría estaría en su evolución, en algunos momentos algo atropellada, y que quizás hubiera estado mejor desarrollada en cinco o seis números, y no tan solo en los cuatro que se incluyen aqui. Aún así sería un detalle menor, teniendo en cuenta la gran pasión por el personaje que desborda por todas sus páginas, en un comic cuya notable conjunción entre guión y aspecto gráfico lo situarían entre los mejores del popular cimmerio en su etapa como rey.
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Un comic se basa al 50% entre que la historia sea interesante y que el dibujo sea atractivo, un promedio que no siempre funciona de igual manera aunque en ocasiones compensa uno a lo otro. Pero si un lector ajeno ve algo de Mauro Entrialgo lo más facil es que se piense que son los dibujos de aficionado de algún jovenzuelo, y aunque es cierto que su calidad gráfica sería bastante básica, con este autor compensa por lo otro, ya que el tono gamberro de la gran mayoría de sus obras provoca esa sonrisa cómplice cuando vemos que más que gracia (que también) el chiste que nos acaba de contar es realmente INGENIOSO.

Fue valorando ese ingenio que conocí a este autor por su trabajo en la ya veterena revista satírica de El Jueves, y a partir de ahi creo que me he leído casi todo lo disponible de él en las bibliotecas, siendo lo más reciente este tomo recopilatorio que lleva por título Todos los piscolabis. En el mismo se dan cita trabajos variados del autor que vieron la luz en los 90, y que ahora son dificiles de encontrar, todos en la tónica habitual de Entrialgo.

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